La abuela e Ian flotaron a lo largo del río en un kayak doble. Las copas de los pinos se abrían paso entre la niebla como las torres de un castillo. Una rana saltó sobre una madera flotante en forma de espada.
"Soy Sir Ian, Caballero del Kayak". Ian miró por encima del hombro a la abuela, que estaba sentada detrás de él. “Y tú puedes ser la Reina del Río”.
"Sería un honor, Sir Ian". La abuela rió e inclinó la cabeza.
La luz del sol atravesó la niebla. Una libélula amarilla y negra se lanzó sobre el kayak. Ian la esquivó. El pequeño bote se balancó de un lado a otro.
"Los dragones están atacando". Ian levantó su remo para aplastar a la libélula. “No te preocupes, Reina. Yo te protegeré."
“Detente, Sir Ian. La libélula nos está protegiendo”, dijo la abuela. “Se alimenta de mosquitos y moscas, pero no molesta a los humanos. Esta se llama Cazador de Dragones.
La libélula aterrizó en la parte delantera del kayak. Diminutas venas entrecruzaban sus alas.
“Y las libélulas son mucho más antiguas que los dragones de tus libros. Los científicos han encontrado fósiles de libélulas de más de 300 millones de años”. La abuela apoyó su remo frente a ella y extendió sus manos. "Eran mucho más grandes en ese entonces, con alas de dos pies de largo".
"¡Guau!" Ian contuvo el aliento. "Casi como un dragón real".
La libélula se aferró al kayak mientras la corriente tiraba del bote. La abuela navegaba entre rocas.
"Parece que Cazador de Dragones quiere venir con nosotros". El remo de Ian atravesó el agua. Las gotas salpicaron el kayak, la libélula emprendió el vuelo y pasó rozando el río ondulante.
"Adiós, Cazador de Dragones", dijo Ian.
El río los arrastró por una curva. Una nube de delicados insectos azules y verdes voló bajo un cedro. Ian parpadeó. "¿Son esas libélulas también?"
“Nop”, dijo la abuela. "Esos son damiselas, las nobles damas y caballeros de nuestro reino".
