por Terrie Hope
Traducción revisada por Jorge Reyes
Unas amenazantes nubes negras se movían cada vez más rápido por encima de la cabeza, arrastrándose como un mar embravecido para anunciar el comienzo de la estación de las lluvias. Tras un relámpago cegador, el estruendo de los truenos hizo vibrar la tierra bajo los pies como si un gran dragón subterráneo se hubiera alterado. El viento silbaba entre los árboles cercanos. La luz se desvanecía rápidamente.
Temba estaba en la puerta de la cabaña donde dormía la familia mientras observaba la tormenta que se acercaba, con una punzada de miedo que le recorría el estómago. Sabía que si llovía ahora el río se llenaría y su madre quedaría varada en la otra orilla.
Su hermana Tulu estaba cocinando la cena, mientras sus hermanos menores se perseguían y luchaban cerca, en la cabaña de la familia. Temba podía oír los gruñidos y rugidos fingidos, y luego los gritos de risa de Nonde y Sulu.
De repente, la lluvia cayó fría y dolorosa sobre la piel de Temba.
Temba se preguntó qué haría si su madre no volvía, pero sabía que los hombres de la tribu Zulu son guerreros y no muestran miedo. Debo salir a buscarla, decidió.
Se adentró en la lluvia, dejando a sus jóvenes pupilos en el calor y la sequedad de la cabaña del cocinero. Temba encontró el camino a la aldea desolada, con el suelo duro por las muchas pisadas que lo habían alisado. Incluso las cabañas por las que pasó estaban vacías. El miedo le hizo un nudo en el estómago. Sin nadie a su alrededor, sabía que lo único que podía hacer era regresar a la aldea y esperar que su madre volviera pronto.
Mientras volvía rápidamente a través de la aldea, oyó gritos en la cabaña de la cocina. "¡Temba, ayúdanos!"