Rolo-Polo el Gato Gordo

El gato se encontraba dormido en lo alto de la GRAN ESCALERA. Él era la cosa más redonda y gorda que jamás hayas visto y se parecía a…

“Se tragó una pelota de playa”, pensó Kether, mientras subía de puntitas las escaleras. Era la tarea de Kether llevarle el desayuno al gato cada mañana: esas cositas secas y color marrón que parecen unas donas pequeñas y huelen horrible. “¡Yum! Aquí están tus donas”, diría ella, tratando de esconder la mirada asqueada de su cara. “¡Que gatito mas suertudo eres!”.

Pero hoy, a la mitad de las escaleras, algo inesperado ocurrió. Dándose la vuelta mientras dormía, el gato gordo se acercó demasiado a la orilla del primer escalón. Se tambaleó de un lado al otro por un momento, y aun así, seguía dormido…

¡Y SE FUE RODANDO POR LAS ESCALERAS!

Kether saltó y se quitó del camino justo a tiempo. Al darse la vuelta, vio como el gato rodó hasta el final de los escalones, se deslizó por el suelo, salió disparado por la puerta principal… ¡y siguió adelante! Era como una sandía esponjosa, una avalancha ronroneante, una bola de boliche con patas. 

La niña dejó caer el plato de comida que llevaba y corrió tras él. Mientras corría, ella cantaba:

Rolo-Polo Gato Gordo

Por favor ven conmigo

Sirvo crema en tu plato,

Si despiertas de inmediato.

De pescado te proveo

Si tú cumples mi deseo.

Por favor ven conmigo

¡Rolo-Polo Gato Gordo!

¡Pero él no se detuvo! Ronroneando en sus sueños, él solo siguió rodando. Era como una ciruela fugitiva, como un armadillo juguetón. Pasó zumbando junto a un poste de luz, dio la vuelta a la esquina y ¡se estrelló contra la señora cartera!

“¡Ayyy!” lloró, cartas y paquetes volando. Y desde todas las direcciones: saltando por las ventanas y aterrizando en escobas, ancianas desagradables tomaron puñados de cartas y las abrieron con sus afilados dientes y largas uñas. Una de las peores cosas que hacen las brujas es robar el correo de otras personas, es por eso que muchas a personas nunca les llegan los lentes espías o las cartas coleccionables que ordenan. Es terrible. 

Con hasta el último trozo de correo robado, la señora cartera no tenía nada que hacer más que unirse a la persecución y tratar de evitar que alguien más fuera derribado como en el boliche.

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