La princesa Phoebe suspiró. Su té se había enfriado y apenas si había tocado sus bollos. Sus dos hermanas, la princesa Irene y la princesa Marion, se estaban sirviendo sus segundas porciones.
"¿Qué sucede?" preguntó la princesa Marion.
“Estoy aburrida” dijo la princesa Phoebe. “Quiero algo que hacer.”
“Sé lo que podemos hacer” dijo la princesa Marion. Sacó una fresa de uno de los cuencos y se la metió en la boca. "Tengamos un baile de disfraces.”
"Eso no es lo que quiero decir" dijo la princesa Phoebe. "Quiero un trabajo. Y no hables con la boca llena,” agregó ella "es grosero."
"¿Un trabajo?" dijo la princesa Irene. “Una princesa no hace nada, excepto decirle a otras personas qué hacer.” Apoyó los pies sobre la mesa y se recostó en la silla. “Creo que un baile de disfraces es una idea espléndida.”
“Por favor, quita los pies de la mesa” dijo la princesa Phoebe. "Esa no es la manera de sentarse como una dama.”
La princesa Irene bajo los pies al suelo.
“Debemos empezar a prepararnos si vamos a tener un baile de disfraces” dijo la princesa Marion. “Tendremos que encargarnos de las invitaciones, los disfraces y la comida.”
“El salón de baile necesita una nueva capa de pintura” intervino la princesa Irene. “Y tendremos que pedir más sillas.”
¿Más sillas? pensó la princesa Phoebe. Eso podría ser algo que ella podría hacer.
A la mañana siguiente, la princesa Phoebe fue a ver al carpintero.
“Ya hablé con sus hermanas y ya comencé con las sillas” dijo el carpintero.
“Maravilloso” dijo la princesa. “Estoy aquí para ayudar a construirlas.”
“Pero… pero… por supuesto.” balbuceó el carpintero, que no tenía la costumbre de discutir con una princesa.
El carpintero le mostró a la princesa Phoebe las herramientas y le explicó cómo usarlas.
La princesa Phoebe se puso a trabajar. El martillo era más pesado de lo que parecía y estuvo a punto de cortarse los dedos con la sierra.
Cuando la princesa Irene y la princesa Marion fueron a ver el progreso del carpintero, se sorprendieron al encontrar a su hermana arrodillada junto a una silla, con un martillo en una mano y un clavo en la otra.
"¿Puedo sentarme en ella?" preguntó la princesa Marion.
"Es ‘¿me puedo'...," dijo la princesa Phoebe, "y sí, puedes.”
La princesa Marion se sentó con cautela en el asiento. “Se tambalea.”
"Lo sé" suspiró la princesa Phoebe. Ella dejó el martillo y el clavo en la mesa de trabajo y agradeció al carpintero por dejarla ayudar.
A la mañana siguiente, la princesa Phoebe llamó a las costureras.
“Si está aquí por los vestidos de gala,” dijo la jefa costurera, “sus hermanas ya ordenaron tres.”
“Estoy aquí para ayudar a hacerlos.” dijo la princesa Phoebe.
“Bueno… yo… ciertamente,” tartamudeó la costurera, quien nunca pensaría en discutir con una princesa. Ella le mostró a la princesa Phoebe cómo enhebrar una aguja, le entregó dos piezas de tela y le mostró por dónde empezar.
Más tarde ese día, la princesa Irene y la princesa Marion se dirigieron al cuarto de costura para ver cómo les iba con sus nuevos vestidos. De nuevo se sorprendieron al encontrar a su hermana. Ella tenía un montón de tela en el regazo y una aguja e hilo en una de sus manos.
La princesa Phoebe levantó el vestido en el que había estado trabajando.
“Yo no voy a usar ese” dijo la princesa Irene.
“Si no puedes decir algo agradable, no digas nada en absoluto” dijo la princesa Phoebe. Ella dejó el vestido sobre la mesa y agradeció a las costureras por su paciencia.