por William Thabiso
Traducción revisada por Jorge Reyes
Era primavera en el bosque, y eso significa que había muchos árboles nuevos, flores nuevas y nuevas crías de animales, ¡sobre todo ardillas!
Ahora, todas las ardillas nuevas tienen que ir a la escuela de ardillas y aprender a recoger nueces para el invierno.
Les dijeron que tendrían que encontrar montones y montones de nueces durante toda la primavera, el verano y el otoño, porque cuando llegara el invierno las nueces se caerían de los árboles, al igual que las hojas, y entonces no habría nueces. Así que se enseñó a las ardillas a recoger nueces y guardarlas en un lugar seguro hasta el invierno. Les dijeron que pronto podrían encontrar sus propios árboles para almacenar sus nueces.
Por fin llegó el día en que las ardillas pudieron elegir un árbol. Estaban muy emocionadas: muchas de ellas ya habían estado buscando y habían elegido algunos buenos árboles. Todas las ardillas se alinearon temprano en este día tan especial, y cuando el sol apareció por encima de la cima de la montaña comenzaron su carrera para encontrar un árbol.
Todas las ardillas más rápidas llegaron primero a los árboles más grandes y pronto sólo quedaron los más pequeños. Pero eso estaba bien para la ardilla más pequeña, porque en realidad quería el árbol más pequeño, un árbol muy divertido y muy pequeño. Esperaba que nadie más lo eligiera primero, y ahora estaba aquí, de pie y feliz junto a su pequeño y bonito árbol.
Las otras ardillas no entendían por qué le podía gustar tanto; ¡incluso se reían de él! Pero a él no le importaba: simplemente quería a su árbol. De hecho, lo quería tanto que prometió que lo cuidaría toda su vida.
Por eso decidió hacerle un regalo.