por Gina St. Cyr
Traducción revisada por Jorge Reyes
"Mamá, ¿por qué no puedo ir al circo?" David preguntó.
"Porque estás demasiado enfermo. Lo siento, cariño, vamos a tener que encontrar otra cosa que hacer".
David hizo un mohín y fue a tumbarse en el sofá. Miró por la ventana el jardín de su madre. Pensó para sí mismo: "Hace un día tan bonito que me gustaría poder hacer algo divertido". Observó una araña que flotaba en la brisa y empezó a imaginar que volaba en un trapecio.
Cogiendo una revista de la mesa, la enrolló, se la llevó a los labios y dijo: "Señoras y señores, observen cómo la araña oscilante teje su delicada tela".
De un lado a otro saltaba y se retorcía entre dos flores.
Entonces, una libélula pasó volando junto a la araña. Se elevó y dio una vuelta completa en el aire.
David empezó a ver el circo en su propio patio. Se imaginaba que era el jefe de pista. Era lo suficientemente pequeño como para subirse a un pétalo y dirigir lo que había que hacer. Estiró los brazos en alto y dirigió a los insectos y a los animales.
"Contemplad a la Intrépida Libélula Temeraria", anunció David.