La Carnada De Pastel De Chocolate

El sol brillaba intensamente, el agua azul verdosa relucía y la brisa era lo suficientemente rápida como para mantener alejados a los insectos de Su Alteza Real Jonathan Thomas Stuart III. Debería haber sido un día perfecto para pescar. Y, sin embargo, allí estaba sentado el Rey de 9 años, con las piernas cruzadas en el muelle del palacio, con el ceño fruncido y un balde vacío a su lado.

Parecía tener todo el equipo de pesca adecuado. Su caña era de ébano pulido, su carrete brillaba como oro hilado, incluso sus anzuelos eran de marfil tallado a mano. Era el aparejo de pesca más hermoso que se podía encontrar en todo el reino. Pero faltaba algo.

"¡Carnada!" gritó el Rey. "¿Dónde está la carnada real?" dijo llamando al cocinero.

"Discúlpeme, señor" dijo el cocinero. "Pero, ¿qué es exactamente la carnada real?"

"La carnada real está hecha con el pastel de chocolate real" dijo el Rey. “¡Atraparé cubos de pescado con una carnada tan fina como esa! ¡Traiganla de una vez!”

“Por supuesto, señor” respondió el cocinero. El cocinero nunca había oído hablar de nadie que pescara con pastel de chocolate, pero no se atrevía a cuestionar las órdenes del Rey. Un Rey es un Rey, aunque sólo sea un niño.

Y así el Rey se sentó en el muelle a pescar durante toda la tarde. Pero su ceño permaneció fruncido en su rostro. No pesco ni un solo pez con su carnada de pastel de chocolate.

Al día siguiente, el Rey partió nuevamente hacia el muelle real. Llevaba consigo su fino equipo de pesca y su carnada de pastel de chocolate. Después de pescar durante una hora bajo el sol abrasador, el Rey volvió a fruncir el ceño, porque su balde seguía vacío. Se puso de pie para estirarse, y fue entonces cuando divisó a varios pescadores en un pequeño bote de remos, no muy lejos, lanzando sus líneas. Observó cómo sus líneas volaban hacia el agua resplandeciente, y se quedó maravillado cuando las recogieron. ¡De todos y cada uno de los anzuelos colgaban los peces más gloriosos!

“Ah”, dijo el Rey. “Ya veo lo que debo hacer. Llevaré el bote de remos real al agua cristalina y lanzaré mi línea. ¡El muelle no es lugar para que un Rey pesque!”

Así que el rey hizo cargar su bote de remos real con varios deliciosos pasteles de chocolate y su fina caña de pescar. Remó hasta el mismísimo centro del lago azul como una joya. Lanzó su resplandeciente línea al agua con un gran trozo de carnada de pastel de chocolate real. Y esperó. Y esperó un poco más. Pero Su Alteza Real Jonathan Thomas Stuart III no atrapó ni un solo pez.

"Esto es muy extraño" dijo el Rey, porque todos los demás pescadores, lanzando sus líneas desde sus botes de remos, habían pescado muchos peces. Pero no les pidió ayuda, porque un Rey es un Rey, aunque sólo sea un niño.

A la mañana siguiente, el Rey remó su bote más adentro del lago azul como una joya para volver a probar suerte. Una vez más, arrojó su línea al agua, y una vez más, un ceño fruncido muy serio se extendió por su frente mientras su balde permanecía vacío a su lado. Pero mientras fruncía el ceño, el Rey notó que un pescador se esforzaba por sacar una enorme red de lo más hondo de las profundas aguas. Cuando la red finalmente aterrizó en el bote del pescador, ¡estaba rebosante de todo tipo de peces maravillosos!

"¡Ah!" dijo el Rey. “¡Ya veo lo que debo hacer! Conseguiré mi propia red y la echaré en lo más hondo de las profundas aguas. ¡Obviamente, un Rey necesita una red espléndida si quiere atrapar peces finos y dignos de la realeza!”

Así que el Rey cargó el bote de remos real con una red deslumbrante, tejida con hilos de plata y oro. Apiló varios postres reales en el asiento junto a él. Cuando el Rey hubo remado lejos hacia lo más hondo de las profundas aguas, arrojó la carnada de pastel de chocolate real por la borda. A continuación, arrojó su red deslumbrante y esperó.

Pero cuando sacó la red del lago, no encontró ni un pez digno de la realeza. No encontró ni un pececillo. El Rey podría haber pedido ayuda, pero no lo hizo. Un Rey es un Rey, aunque sólo sea un niño.

Profundamente desanimado, el Rey regresó al muelle real, porque estaba exhausto de tanto remar y zarandear. Pero cuando llegó a su lugar habitual, se disgustó sobremanera al encontrar a un niño sentado en el muelle con las piernas cruzadas y con un palo en las manos.

"¿Qué? ¿Quién? ¡Cómo!" farfulló Su Alteza Real Jonathan Thomas Stuart III. “¡Este es el muelle real! Y yo soy el único Miembro de la Realeza por aquí que pertenece a este muelle real.”

"Oh, su m-m-majestad" tartamudeó el niño. "Lo lamento. No sabía que aún usaba el muelle real.”

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