Un día, la abuela decidió ir a la tienda. “Necesito protectores impermeables para mis zapatos.” dijo la abuela señalando sus pies.
"¡Oh!" dije "Quieres decir unas botas de lluvia.”
La abuela sonrió. “No, me refiero a unos protectores impermeables para mis zapatos. Llevemos a Buttermilk, necesita hacer ejercicio.
"¿A Buttermilk, el caballo?" le pregunté "¿A la tienda?"
La abuela envolvió sus grises rizos en un fino pañuelo amarillo. “Está sólo a una milla, en esta misma calle”, dijo la abuela con total naturalidad. Se alisó el vestido marrón a cuadros y se puso sus viejas botas de vaquero. Cogió su cartera de charol rojo y esperó.
Yo me levanté de un salto y la seguí al exterior. La abuela tenía un pequeño establo y un área cercada justo detrás de la casa.
Buttermilk era un caballo blanco con pequeñas manchas marrones y giró sus orejas mientras caminábamos hacia ella. Cuando la ensillamos, Buttermilk se balanceaba de izquierda a derecha, creo que sabía que la abuela tramaba algo.
Agarrando el cuerno de la silla, la abuela se impulsó hacia arriba. “Súbete, Gracie”, cantó la abuela.
Justo cuando me acomodé detrás de ella, la abuela dejó escapar un ensordecedor "¡Vámonos!"
Buttermilk empezó a galopar y salió disparado por el portón. La abuela levantó las manos y me golpeó con su cartera.
“¡Zancas al galope!” gritó la abuela mientras corríamos por la acera. Pasamos zumbando por delante de la gasolinera y dispersamos una manada de gansos. ¡Jooon!
Buttermilk pasó volando por todo el estacionamiento de Cool-Mart y miró fijamente las puertas delanteras de vidrio. Asustada por su propio reflejo, se detuvo en seco, arrojándonos a la abuela y a mí sobre su crin.
De un tirón devolví a la abuela a la silla. “¿Dónde estacionamos a Buttermilk?”
La abuela se volvió y me guiñó un ojo. Justo en ese momento, las puertas se abrieron, la abuela levantó su cartera roja y le dio un golpe suave a Buttermilk ¡Chas!
Buttermilk se levantó sobre sus patas traseras