Era un hermoso día de mayo cuando la señora Molly Pato se convirtió en madre. El nido de Molly estaba en un área tranquila con bastante sombra y estaba escondida por arbustos y plantas espesas. Ella había estado sentada sobre sus once huevos durante muchos días, manteniéndolos calientes y protegidos. Los dejaba solos por muy corto tiempo para obtener comida y agua cada día.
Después de tres semanas de estar sentada sobre ellos, las cáscaras de los huevos comenzaron a romperse. Uno tras otro, los pequeños patitos emergieron al mundo. Cuando estuvieron todos fuera, Molly los contó. Habían once patitos. Todos los huevos habían eclosionado.
Al día siguiente, la pelusa amarilla de los patitos estaba seca y esponjosa. Era hora de partir hacia el estanque al otro lado de la carretera.
“Cuac, cuac”, llamó Molly a su crías.
“Pío, pío, pío, pío, pío, pío, pío, pío, pío, pío, pío”, respondieron los patitos.
Los patitos se pusieron de pie y siguieron a Molly en una larga y tambaleante fila: Daisy, Maisy, Timmy, Jimmy, Trixie, Dixie, Bonnie, Connie, Danny, Manny y Buster.
Plop, plop, plop, los dos grandes pies palmeados de Molly cruzaron la hierba, bajaron de la acera y cruzaron la calle. Plip, plip, plip, fueron veintidós pequeños pies palmeados justo detrás de ella.
Plop, plop, plop, los grandes pies de Molly pisaron la tapa de un desagüe para la lluvia. ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap! ¡Chap!
Los patitos siguieron a Molly, pero sus pies eran demasiado pequeños. Uno a uno se cayeron por los agujeros de la tapa del desagüe. Molly seguía andando hacia el estanque.
“Cuac, cuac”, dijo ella. Ningún patito le respondió. "Cuac cuac. ¿Dónde están los patitos? preguntó ella.
Molly regresó a la carretera y a la tapa del desagüe para la lluvia. Desde mucho mós abajo de la calle se escuchaban los píos asustados de sus bebés.
"¡CUAC! ¡CUAC! ¡CUAC!" chilló Molly