Oye, tirin tin tin,
El gato y el violín….
Un gato realmente puede tocar el violín. Solo que tiene que ser un violín para gatos. Y un violín para gatos sólo puede ser hecho por un Viejo Maestro Gatuno.
De vez en cuando, el bigote de un gato simplemente se cae. Para un gato ordinario, esto no es nada y volverá a dormir la siesta o a jugar con la bola de pelusa. Pero para un Viejo Maestro Gatuno, este es un momento muy especial. Él recogerá el bigote caído y lo llevará a uno de sus escondites secretos (verás, no solo los leopardos tienen escondites).
Y mientras el astuto gato espera a que se caiga el siguiente bigote, él no es perezoso. Puede parecer perezoso, dormir la mitad del día y despertarse solo para arañar el tronco de un árbol. Pero dormir y arañar son actividades críticas para un Viejo Maestro Gatuno. Porque cuando está arañando un árbol, está cortando trozos de madera que esconderá en otro escondite. Y cuando está durmiendo, está soñando con el espléndido violín que hará, por fin, cuando sus escondites estén repletos de bigotes y trozos de madera.
Cuando finalmente llegue ese glorioso momento, él lamerá las piezas de madera por todas partes (la saliva de gato es tan buena como cualquier pegamento) y las unirá hasta que el cuerpo del violín esté terminado y listo. Luego sacará los bigotes de su escondite. Estos se convierten en las cuerdas del violín y del arco.
Ahora llega ese momento, ese momento de asombro, por el que viven todos los Viejos Maestros Gatunos. Ese brillante momento cuando levanta el violín, gira el arco y toca la primera nota. Si el sonido le pone los pelos de punta, bueno, entonces aprieta las cuerdas y vuelve a intentarlo. Pero si el sonido lo hace maullar sin querer hacerlo, bueno, entonces ronronea (y realmente siente cada palabra).
Hay Viejos Maestros Gatunos por todo el mundo, pero el más grande de ellos es Gativarius. Él sólo araña ciertos árboles y come una especie de aves que hace a sus bigotes cantar. Yo no puedo decirte qué árboles o qué especies, porque no lo sé. Solo Gativarius lo sabe. De todos los Grandes Secretos Gatunos, ese es el más grande. Y de todas las leyendas sobre Gativarius, la mejor y más conocida es esta.
Cuando era solo un gato muy joven, Gativarius tenía un némesis, un enemigo. Este era Bartolomiau, un gato negro con patas color crema. Ambos esperaban convertirse algún día en un Viejos Maestros Gatunos y, con ese fin, practicaban fabricando violines todos los días. Y aunque ambos eran gatos muy talentosos, nunca hubieras visto a dos felinos que fueran menos parecidos. Bartolomiau, oh, él era un fanfarrón, un gritón y tan orgulloso como un perro. Él pensaba que sus violines eran los mejores que existían y se lo hacía saber a todo el mundo.
“¡Oye, Gativarius!” gritó una mañana, saltando, con un violín en sus patas. “¡Gatito tonto! ¡Ríndete! Es posible que algún día hagas un instrumento decente pero nunca, nunca sonará tan bien como este”.
Saltando sobre un bote de basura, tocó un poco de "Hickory Dickory Dock" y realmente sonó muy bien.
Luego lanzó un beso a todas las gatitas (siempre habían un montón de ellas cuando Bartolomiau estaba cerca) y volvió a saltar por el callejón.
“¡Qué idiota!” dijo un gato a Gativarius. “Tus violines son al menos tan buenos como los de él. Tú también deberías presumir de ellos.”
“Mis violines son buenos”, respondió Gativarius. “Y podría pasar la mitad del día presumiendo de ellos. Pero prefiero pasar todo el día trabajando en ellos y mejorándolos con espacio, por supuesto, para una siesta o dos”.
Su amigo pensó que sonaba bastante razonable, especialmente la parte sobre la siesta.
A la tarde siguiente, mientras Gativarius se sentaba diligentemente a lamer trozos de madera y unirlos, Bartolomiau volvió a saltar hacia él.
"¿Sigues en eso?" se rió. “Ya sabes lo que dicen: solo trabajo y nada de juego. Y hablando de jugar, Gativarius, ¡deleita tus oídos con esto!”
Saltando sobre un poste, el malcriado gato levantó su violín tocando una pizca de "El Viejo Rey Cole", y realmente sonó muy, muy bien. Luego hizo una reverencia y se fue saltando por el callejón, una docena de gatitas corriendo detrás de él.
“¡Qué tonterías!” dijo un gato a Gativarius. "¡Si yo fuera tú, lo perseguiría fuera de la ciudad!"
“Podría perseguirlo” dijo Gativarius