Por Tracy Helixon (Traducción por Andrea) –
Chocolate.
A Chelsea Chockford le gustó mucho.
No, espera. A ella no solo le gustó, sino que realmente le gustó muchísimo.
No, espera. Esa frase no es la adecuada.
A ella no solo le gustó muchísimo. A ella le gustaba muchisisisisimo.
Y eso multiplícalo por diez.
De hecho, todos los días Chelsea desayunaba cereal de chocolate. Todos los días en el almuerzo, bebía leche chocolatada. Todas las noches durante la cena, Chelsea comía pastel de chocolate. Una vez en la feria estatal, probó incluso un pepinillo cubierto con chocolate y le gustó.
En resumen, Chelsea Chockford amaba el chocolate. Así que cuando la tienda de golosinas anunció barras de chocolate súper extra gigantescas, Chelsea ahorró su dinero y compró una.
Cuando Chelsea salió de la tienda de golosinas, apenas podía creer lo pesada que era la barra de chocolate. ¡Pesaba más que una bola de boliche y se necesitaban dos manos para sostenerla! Ella agarró el brillante envoltorio dorado e hizo una pequeña abertura. Luego, tomó un pequeño bocado. MMMMMMM. ¡Perfecto! Chelsea volvió a colocar cuidadosamente el brillante envoltorio dorado y comenzó a caminar a casa.
Regresando a casa desde la tienda de golosinas, Chelsea vio a su mejor amiga Milly.
"¡Guau!" dijo Milly, "¡Esa es la barra de chocolate más grande que he visto en mi vida!"
"Lo sé", dijo Chelsea alegremente. “¿No es grandiosa? Es una barra de chocolate de tamaño súper extra gigantesca”.
Milly le pidió un bocado a Chelsea. La sonrisa de Chelsea desaparecio.
“Bueno, verás... no la he... abierto exactamente... del todo... todavía. Estoy esperando hasta que llegue a casa. Puedes tener un poco más tarde, después de que la abra, ¿de acuerdo?
Chelsea tragó saliva mientras Milly se alejaba. No era exactamente una mentira. Después de todo, solo había abierto una esquina muy pequeña. Y para la próxima vez que viera a Milly, la barra probablemente ya no existiría.
En casa, Chelsea quitó un poco del envoltorio y tomó un pequeño bocado más. MMMMM. ¡Perfecto!
A la hora del almuerzo, ella trajo su barra de chocolate a la mesa.
"¿Qué es eso?" preguntó su hermano Ike.
"Es solo una barra de chocolate de tamaño súper extra gigantesca", alardeó Chelsea.
Ike le pidió un bocado. "Um, no", dijo Chelsea. "No quiero arruinar tu cena".
Ike señaló que ya había terminado su cena y que todavía tenía un poco de hambre.
Chelsea comenzó con su plato. "Oh", dijo ella. "Por supuesto, te puedo compartir mi brócoli, si quieres.”
“No, gracias”, dijo Ike.
Para la hora de acostarse, Chelsea había ya comido alrededor de cien bocados de esa barra de chocolate. Y apenas un cuadrado había desaparecido. “Creo que ya has tenido suficiente”, dijo papá. "No más esta noche, o tú misma podrías convertirte en una barra de chocolate."
Chelsea estuvo de acuerdo: no más chocolate. Pero cuando papá salió de la habitación, ella se dió cuenta que no podía dormir. Metió la mano debajo de la cama y sacó la barra de chocolate. Sólo un bocado más, pensó. Para ayudarle a dormir, ya sabes.
Ella retiró otro poco del envoltorio dorado y le dio un pequeño mordisco. MMMMM. ¡Perfecto!
De repente, todo se hizo ¡PUUF! y apareció el Hada del Cacao: agitó su varita, y con un colosal y nublado remolino, encogió a Chelsea y la escondió en el centro de esa barra de chocolate.
Al Chelsea no le gustó, ni un poquito. Quiero decir, por mucho que le gustara el chocolate muchisisisisimo (y eso multiplícalo por diez), estar atrapada dentro de una barra de chocolate no era nada divertido.
El Hada del Cacao se volvió para irse. "¡Espera!" gritó Chelsea. "¿Cómo hago para salir de aquí?"
"¡Fácil!" intervino el Hada del Cacao. “Alguien tiene que